Baja tolerancia a la frustración, una de las preocupaciones de las familias

La baja tolerancia a la frustración es una de las principales preocupaciones de las familias que han participado en el estudio llevado a cabo por Mamá Psicóloga Infantil. Una encuesta que llevo realizando desde junio de 2019 cuyos datos preliminares he tenido la oportunidad de exponer tanto en el Colegio Oficial de la Psicología de Catalunya (COPC) en el marco de una mesa redonda organizada por el Grupo de Trabajo en Inteligencia Emocional ( al cual pertenezco) y posteriormente en la IV Jornada de Inteligencia Emocional. Datos que por su relevancia e importancia también deseo compartir contigo con el objetivo, que desde Mamá Psicóloga Infantil intento perseguir, de ofrecerte siempre información actualizada y contrastada.

En el post de hoy veremos porqué es necesario fijarnos y atender esta emoción tan común y frecuente en la infancia, qué impacto tiene en uno mismo y cómo afecta a los demás, así como también nos fijaremos en aquellos estilos parentales que influyen en su desarrollo y la mantienen en el tiempo.

Cerca del 40% de las familias están preocupadas por la baja tolerancia a la frustración de sus hijos

Cerca del 40% de las familias que participaron en la encuesta marcaron el ítem «baja tolerancia a la frustración» como una de sus principales preocupaciones respecto de sus hijos a nivel emocional. En este apartado de la encuesta se les pedia que marcaran aquellos ítems relacionados con las emociones de sus hijos e hijas que les preocupaban. Podían marcar tantos como necesitaran, como por ejemplo:

Así, entre todos los ítems que podían seleccionar, el que estuvo más presente en la muestra analizada (1246 formularios tipo google forms) fué el de la baja tolerancia a la frustración. Datos que corresponden al periodo comprendido entre junio de 2019 a junio de 2020, pandemia de por medio.

El factor edad

Del análisis realizado se desprenden otros datos interesantes como por ejemplo que aquellos padres con hijos e hijas de edades comprendidas entre 3 y 6 años son los que mayoritariamente han marcado esta preocupación. Casi un 50% de los formularios con la baja tolerancia a la frustración marcada tenían hijos entre los 3 y 6 años de edad.

Un dato, por otro lado esperable, por las características propias de esta etapa del desarrollo infantil. Ya que es el momento que los pequeños demandan más autonomía e independencia y puede que choquen de frente con los límites y normas que se empiezan a fijar dentro de la familia.

Post relacionados

A continuación te dejo con una serie de post relacionados que puede ayudarte a saber más sobre cómo son, piensan y sienten los niños y niñas de esta edad y qué dificultades pueden presentarse.


Si quieres, aún puedes contestar la encuesta para ampliar la muestra, si aún no lo has hecho a día de hoy. Te ocupará poco más de cinco minutos.


Después de este pequeño paréntesis, sigamos hablando de la frustración y de la baja tolerancia a la misma. De cómo se manifiesta y qué impacto tiene en uno mismo y en los demás, qué podemos hacer y qué es mejor dejar de realizar ante esta emoción de carácter displacentero.

¿Qué es la frustración?

La frustración es una emoción, como otras muchas que tenemos. Una respuesta de nuestro organismo a un estímulo interno o externo que nos predispone a una acción. Y como tal, tiene una función adaptativa que ha permitido sobrevivir a la humanidad a lo largo de los milenios que llevamos sobre la tierra.

Es una emoción que aparece ante la imposibilidad (interna o externa/ real o imaginaria) de lograr un objetivo, meta o expectativa (propia o ajena).

También es cierto que, la frustración es una emoción compleja que implica a muchas otras emociones y sentimientos, como:

  • sorpresa,
  • ira,
  • rabia,
  • enfado,
  • tristeza
  • decepción,
  • miedo,
  • ansiedad o
  • vergüenza.

Sabemos que antes de dispararse la frustración es posible que pasemos por un instante de sorpresa. Ya que esperamos lograr una determinada meta, resultado u objetivo que finalmente no se da. Una vez desaparece esta emoción tan breve es cuando se desencadena normalmente otra de las emociones implicadas: la ira en todas sus grados (rabia o enfado).

Puede que junto a la rabia o enfado sintamos también tristeza y decepción por no haber sido capaces de obtener aquello deseado. Pero no en todos los casos se da.

Es posible que incluso con esta rabia y enfado haya miedo. Miedo por no saber qué haremos sin eso que tanto habíamos querido tener o lograr. También, que sintamos ansiedad e incluso vergüenza por no haber sido capaces de conseguir un resultado. O que la vergüenza sea el disparador de la frustración.

Pero lo cierto es que junto a la frustración hay generalmente rabia y enfado, con más o menos agresividad verbal o física. Lo observamos muy bien en niños pequeños y en los que ya no lo son tanto, también en los adultos responsables de educarles, y como veremos más adelante esto influye en el modo en el que aprenden a tolerar y manifestar la frustración. Pero primero veamos cómo se manifiesta la frustración en la infancia.

 

¿Cómo se manifiesta esta emoción en la infancia?

Las principales formas o expresiones de la frustración suelen ser:

  • Rabietas
  • Enfado.
  • Agresiones físicas y verbales.
  • Desmotivación.
  • Abandono de tareas.
  • Negativa realizar alguna actividad o tarea.

Como vemos, la frustración y el modo en la que regulamos su expresión tiene un gran impacto en uno mismo. Según Mustaka, 2001 a, 2001b y Kamenetzky 2008, la frustración puede llegar a provocar:

  • Fobias
  • Enfermedades
  • Depresión
  • Propensión a las adicciones,
  • etc.

Pero ¿por qué hay personas que tienen mejor tolerancia a la frustración que otras? ¿De qué depende?

¿Qué determina que unas personas tengan más o menos tolerancia a la frustración?

La intensidad de la respuesta emocional, la frustración que sintamos, depende básicamente de cuatro factores:

  1. Los aprendizajes previos.
  2. La discrepancia entre expectativa y realidad.
  3. La situación.
  4. Las diferencias individuales.

Es cierto que los niños y niñas han tenido pocas oportunidades en su corta vida para poder aprender a tolerar la frustración. Esa que les puede suponer no conseguir que sus padres les compren un juguete, pintar sin salirse de la raya, hacer un ejercicio de mates o perder una partida de ese juego que tanto les gusta.

Tan cierto como lo es que, a mayor expectativa mayor frustración sentimos. Y que dependiendo del lugar o con quién estamos expresamos con más o menos intensidad lo que sentimos. Por lo general nuestros hijos suelen mostrar sus emociones con más intensidad ante sus madres (su lugar seguro). Y ya por último, el temperamento (porque aún no podemos hablar de personalidad en la infancia, puesto que está en pleno proceso de desarrollo) tiene mucho que ver.

A todo esto debemos tener en cuenta que las familias tenemos un papel muy importante en el desarrollo y mantenimiento de esta tolerancia a los fracasos, decepciones y frustraciones. Veamos cómo influye nuestra forma de educar en la tolerancia o no a la frustración.

El papel de los estilos educativos parentales en el desarrollo y mantenimiento de la baja tolerancia a la frustración

Sabemos bien, por las investigaciones que a lo largo de los años se han realizado respecto a los estilos educativos con los que educamos a nuestros hijos que hay algunos que tienen consecuencias desfavorables para su óptimo desarrollo. Son básicamente 3 los que te voy a mencionar en esta ocasión y para el tema que nos ocupa.

Sin entrar en detalle en cada uno de ellos sí quiero destacar una emoción que comparten los tres: el miedo . Sí, en todos estos padres y madres existe miedo y por tanto inseguridad. Una inseguridad en ellos mismos y en su forma de educar.

  • Por más seguros que los veamos, sabemos que tras esa inflexibilidad del padre o madre autoritario, hay necesidad de control y por tanto inseguridad ante aquello que se le escapa de su mando.
  • Ante esa aparente tranquilidad del padre permisivo hay miedo a no saber qué hacer ante cualquier situación que requiera su atención.
  • Y ante esa necesidad de protección de las familias sobreprotectoras se esconde un miedo profundo a que sus hijos o hijas lo pasen mal, sufran o no sepan hacer las cosas bien.

Si nos fijamos con un poco de atención observamos que :

Autoritario

Los padres y madres que educan bajo este estilo autoritario tienen miedo a perder :

  • el control de lo que sus hijos hacen,
  • la autoridad o el poder que creen.

Son familias muy exigentes que no permiten el error, con normas y límites muy estrictos a la que se les suma unas expectativas poco realistas sobre lo que sus hijos e hijas pueden o saben hacer en cada momento de su ciclo vital.

En estas familias crecen niños con un perfil inhibido, pero contrariamente a lo que podría creerse, también observamos perfiles desafiantes y agresivos que se revuelven contra sus progenitores. Niños y niñas que intentan saltarse siempre que pueden todas las normas impuestas. Son niños que aprenden la manifestar la frustración con miedo, rabia, enfado y agresividad (física y verbal)

Permisivo

En este caso, el miedo de los padres reside en que sus hijos la líen en caso de no ofrecerles aquello que desean. Tienen miedo a:

  • enfrentarse a una situación desagradable,
  • a poner límites,
  • causar malestar a sus hijos
  • no saber resolver el conflicto que puede suponer un no como respuesta.

En estas familias hay escasos límites y normas, dejan hacer todo cuanto las criaturas desean. Con el objetivo de que sus hijos no se enfaden satisfacen todas sus necesidades incluso antes de que éstas aparezcan.

Los niños y niñas que crecen en este tipo de familia presentan escasa madurez y son propensos a desarrollar conductas propias de lo que se ha denominado síndrome del niño tirano o emperador. Ante la frustración responden con ira, agresividad, abandono o negativa a seguir intentando cualquier objetivo o meta, esperando que sean los demás quienes se ocupen de resolverles la vida. De hecho es lo que ha venido sucediéndoles en su entorno familiar. Familia que les ha educado haciéndoles creer que se lo merecían todo incluso antes de pedirlo.

Sobreprotector

Por ultimo, en este estilo sobreprotector que algunas familias adoptan, el miedo residen en la posibilidad de que ocurra algo malo a sus hijos o que éstos no sean capaces de realizar correctamente una actividad o tarea. Por este motivo los padres y madres sobreprotectores siempre están haciendo las cosas por sus hijos, limitando su autonomía e impidiendo que aprendan. De manera que volvemos a encontrar perfiles de niños inmaduros que responden a la frustración con rabia pero también con tristeza y decepción por creer que ellos no serán capaces de lograr hacer las cosas tan bien como sus padres. Lo vemos en el ejemplo de la imagen.

Cómo son los niños y niñas con baja tolerancia a la frustración

De todo lo expuesto hasta aquí podemos hacernos una imagen de cómo son los niños y niñas con baja tolerancia a la frustración. Pero creo necesario poder describirte una por una sus principales características.:

  1. Tienen más dificultades para gestionar todas sus emociones.
  2. Suelen ser más impulsivos, impacientes y exigentes.
  3. Cuando deben enfrentarse a la espera o postergar sus necesidades, suelen responder con rabietas y llanto fácil.
  4. Tienen menor capacidad de adaptación.
  5. Se desmotivan fácilmente ante cualquier contratiempo o dificultad.
  6. Suelen pensar de forma dicotómica, todo es blanco o negro, para ellos no existe el punto intermedio.
  7. Les cuesta entender los límites de los demás y los toman como una injusticia contra ellos.
  8. Pueden desarrollar con más facilidad cuadros de ansiedad y depresión ante conflictos y dificultades
  9. Evitan nuevos retos que puedan poner de manifiesto sus limitaciones.

Fuente: Consejos para enseñar a tu hijo a tolerar la frustración. (2021, 6 mayo). Faros HSJBCN.

Qué podemos hacer, qué necesitan los niños

Como padres y principales educadores de nuestros hijos, sobre todo en sus primeros años de vida, debemos procurar:

  • Abandonar esos estilos educativos que riñen y castigan los errores y que a su vez niegan y reprimen emociones como la frustración o cualquier otra.
  • Evitar ser autoritarios sin pasarnos al otro extremo, tan permisivos que impidamos el aprendizaje necesario para poder tolerar el malestar que causa una decepción o un fracaso. Ni tanto ni tan poco. Ni autoritarios, ni permisivos ni sobreprotectores. Debemos intentar lograr situarnos en ese difícil equilibrio en el que se establecen normas y límites pero se da la libertad necesaria para que nuestros hijos sean autónomos física y emocionalmente.
  • Escucharles activamente, dejando de lado cualquier otra actividad mientras nos hablan. A veces no es necesario más que escuchar y mirarles a los ojos, sin decir nada más que un «ya veo», «umm», «aha».
  • Validar su emoción en lugar de negársela. Sustituir esos «Deja de llorar» o «No te enfades tanto» por «Veo que estás muy frustrado», «Debe ser muy frustrante no poder hacer esto»
  • Empatizar con lo que sienten.
  • Sostener su emoción. Nuestros hijos e hijas necesitan que nosotros seamos su lugar seguro, que sostengamos sus emociones, que estemos ahí cuando se desbordan emocionalmente. Recordemos que sus cerebros aún están en pleno desarrollo y que su corteza prefrontal (responsable de las funciones ejecutivas y del autocontrol) está inmadura hasta más allá de los 21 años. En la primera infancia, sobre todo, la función de esta zona del cerebro debemos «ejercerla» nosotros, los padres. Sostener, en este caso significa, no juzgar, escuchar lo que nos cuentan sin intentar solucionar, aconsejar o rechazar mientras la energía que se ha puesto en marcha con esta emoción va disminuyendo.

Post relacionado: Inteligencia emocional, cómo desarrollarla en familia.

 

 

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Sara Tarrés

Psicóloga colegiada (COPC 15709) y madre de dos, es autora de Mis emociones al descubierto y Mi hijo me cae mal. Dirige el blog Mamá Psicóloga Infantil y la plataforma Familias ConCiencia, donde apoya a las familias en un acompañamiento cercano y auténtico en la educación de sus hijos.

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sobre mi

Sara Tarrés - Mamá Psicóloga Infantil

Soy madre de dos adolescentes y psicóloga infantil colegiada (nº 15709), directora del blog Mamá Psicóloga Infantil desde 2012. En él, comparto consejos prácticos y científicos sobre crianza y desarrollo emocional. Cofundadora de Familias ConCiencia, autora de libros enfocados en la dinámica familiar y colaboradora regular en Ràdio Estel, dedico mi tiempo libre al senderismo y fitness, buscando equilibrio personal y bienestar emocional.

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