Cómo enseñar a los niños a compartir y convivir en armonía es uno de los temas que aparecen de manera recurrente en tres las cuestiones que los padres me plantean. Compartir y convivir en armonía son habilidades fundamentales que los niños necesitan para desarrollarse emocional y socialmente. Sin embargo, enseñarles no siempre es sencillo. Desde Mamá Psicóloga Infantil, hoy quiero ofrecerte algunas ideas prácticas para fomentar estas habilidades, teniendo en cuenta los retos y las emociones que entran en juego.
Hoy hablamos de ...
TogglePara ello, vamos a tener en cuenta que:
- Compartir es un comportamiento que a pesar de ser innato, necesita es aprendido.
- El ejemplo enseña más que las palabras.
- Crear oportunidades naturales para compartir es clave.
- Aceptar las emociones y guiar en los conflictos es fundamental.
- El refuerzo positivo puede ser una herramienta de doble filo.
- Enseñar empatía y respeto mutuo fortalece la convivencia.
- La paciencia y la constancia son imprescindibles.
Sigue leyendo para profundizar en cada uno de estos aspectos y descubrir cómo aplicarlos en tu día a día.
1. Compartir no es completamente innato, necesita ser aprendido
Debido a la importancia de este primer aspecto, me voy a explayar un poco más en él, ya que entender las bases del desarrollo infantil es clave para acompañar a los niños en el aprendizaje de compartir.
Entender el desarrollo infantil:
Los niños pequeños tienden a ser egocéntricos por naturaleza (y no lo digo como algo despectivo, ni mucho menos), especialmente en los primeros años de vida. Esta etapa egocéntrica, que se da aproximadamente entre los 18 meses y los 4 años, es una fase normal y necesaria en su desarrollo.
Durante este período, los niños perciben el mundo desde su propia perspectiva y tienen dificultades para comprender que otras personas tienen necesidades, deseos o emociones diferentes a las suyas.
Este egocentrismo es esencial porque:
- Les ayuda a centrar su atención en sí mismos, algo necesario para construir su identidad y autoestima.
- Les permite diferenciar lo que les pertenece de lo que no.
- Les da espacio para explorar sus emociones y reacciones ante las interacciones sociales.
Sin embargo, aunque esta predisposición hacia el «yo» es natural, investigaciones sugieren que los seres humanos también tienen inclinaciones innatas hacia la cooperación. Esto se observa, por ejemplo, en cómo los bebés pueden responder al llanto de otros o intentar consolar a alguien. Pero estas predisposiciones no son suficientes para que compartan de forma espontánea; el acto de compartir requiere de una educación que fomente habilidades sociales más complejas.
Este egocentrismo se manifiesta con frases como «¡Esto es mío!» o la resistencia a prestar juguetes, comportamientos completamente normales en esta etapa. Una excelente forma de abordar esta situación con los más pequeños es a través de cuentos que les ayuden a reflexionar sobre la importancia de compartir. Por ejemplo, el libro Esto es mío de Combel Editorial es una herramienta fantástica para trabajar esta temática de forma amena y adaptada a su nivel de comprensión.
Cuidar las expectativas:
Dado que compartir no es un comportamiento completamente innato, no podemos esperar que los niños lo hagan de manera espontánea, especialmente en esta etapa de desarrollo. Pretender que un niño de 2 años comprenda plenamente el concepto de compartir es poco realista, ya que su cerebro aún está desarrollando la capacidad de entender la perspectiva del otro (algo que comienza a consolidarse alrededor de los 4 o 5 años).
En lugar de forzar, debemos acompañarles en el proceso. Esto implica:
- Mostrarles ejemplos concretos de cómo compartir, a través de nuestras acciones y palabras.
- Brindarles tiempo y oportunidades para practicar en un entorno seguro.
- Respetar su ritmo y no castigarles si todavía no comparten como esperamos.
Por qué es importante esta etapa egocéntrica:
Aunque pueda ser desafiante para los padres o cuidadores, esta fase es crucial porque:
- Ayuda a los niños a construir una fuerte identidad y autoestima.
- Les permite explorar sus límites y aprender los de los demás.
- Sienta las bases para habilidades sociales futuras, como la empatía, la negociación y la cooperación.
Cómo acompañarles en esta etapa:
Para ayudar a los niños a transitar esta fase y comenzar a aprender a compartir:
- Proporcionales experiencias graduales de compartir, como turnarse para jugar o prestar un objeto por un tiempo limitado.
- Modelar comportamientos de compartir en casa, como repartir alimentos o turnarse para usar algo.
- Validar sus emociones cuando no quieran compartir, pero guiándoles a entender las necesidades de los demás.
Aunque compartir tiene raíces en una predisposición hacia la cooperación, es principalmente un comportamiento aprendido que requiere un acompañamiento respetuoso y constante. Con el tiempo, los niños empezarán a comprender que compartir puede ser algo positivo, tanto para ellos como para quienes les rodean. Este aprendizaje se da de forma gradual, y nuestra paciencia será clave en este camino.
2. El ejemplo enseña más que las palabras:
Ya lo dice el refrán: una imagen vale más que mil palabras. Es algo en lo que insisto una y otra vez cuando tengo ocasión: los niños aprenden mucho más de lo que nos ven hacer que de aquello que les decimos que hagan. Por eso, es fundamental que, como adultos, seamos coherentes en nuestras acciones y comportamientos. La coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos es clave para que nuestros hijos internalicen valores como compartir y convivir en armonía.
Modelar conductas de compartir:
Los niños aprenden observando. Si en casa ven que los adultos comparten alimentos, tiempo o recursos, estarán más inclinados a imitar estas acciones. Por ejemplo, repartir un postre entre todos o turnarse para usar un espacio en común son formas cotidianas y muy efectivas de mostrarles cómo se comparte.
Demostrar empatía:
Mostrarles cómo ponerse en el lugar del otro es otra manera poderosa de enseñarles a convivir en armonía. A través de nuestras palabras y acciones, podemos guiarles para que entiendan cómo sus actos afectan a los demás. Por ejemplo, decir algo como: «¿Te diste cuenta de que tu hermano se sintió feliz cuando le prestaste tu juguete?» ayuda a reforzar la conexión emocional entre sus acciones y el impacto positivo en quienes les rodean.
Si queremos que nuestros hijos sean generosos, empáticos y considerados, debemos ser coherentes en nuestro día a día, mostrándoles con hechos el camino a seguir. Hablo más sobre la importancia del ejemplo en este artículo: Enseñar a los niños a ser amables desde el ejemplo. Recuerda, ellos serán lo que ven en nosotros.
3. Crear oportunidades naturales para compartir
Aunque pueda parecer obvio, en un mundo cada vez más individualista, es esencial generar espacios en los que los niños puedan experimentar y practicar el acto de compartir. Estas oportunidades no solo les ayudan a entender el valor de colaborar, sino que también fortalecen sus habilidades sociales y emocionales.
Organizar juegos colaborativos:
Proponer actividades en las que tengan que trabajar juntos, como construir algo en equipo, realizar un puzle o pintar un mural, les enseña a compartir recursos y a valorar el esfuerzo grupal.
Practicar el turno:
Situaciones cotidianas como turnarse para usar un juguete, esperar para hablar en la mesa o compartir herramientas en una actividad manual son excelentes oportunidades para que comprendan que compartir no significa perder, sino dar espacio a los demás.
Sobre esta cuestión he escrito en diferentes artículos que te invito a leer:
- Beneficios de jugar a ¿Quién es Quién?
- Tactilo Loto Animales: un juego de mesa que fomenta el respeto de turnos
- Beneficios de jugar al dominó para los niños
4. Aceptar emociones y guiar en los conflictos
Es natural que los niños experimenten emociones intensas como frustración o posesividad al aprender a compartir. Validar sus sentimientos y proporcionarles herramientas para resolver conflictos son pasos fundamentales en este proceso.
- Validar los sentimientos: Reconocer y aceptar las emociones de los niños les ayuda a sentirse comprendidos y les enseña a manejar sus sentimientos de manera saludable. Por ejemplo, decir: «Entiendo que te sientas molesto por compartir tu juguete favorito» puede ser reconfortante.
- Resolver conflictos de manera práctica: Enseñar a los niños frases sencillas como «¿Podemos turnarnos?» o «¿Qué te parece si lo usamos juntos?» les proporciona herramientas para manejar desacuerdos de forma constructiva.
Para profundizar en este tema, te invito a leer los siguientes artículos:
- Cómo ayudar a los niños a gestionar sus emociones
- Hablar de nuestras emociones con nuestros hijos
- Inteligencia emocional, competencias emocionales y educación emocional
5. Reflexión sobre el refuerzo positivo: una herramienta de doble filo
El refuerzo positivo puede ser útil, pero debe utilizarse con cuidado. Si no se aplica de forma adecuada, corre el riesgo de convertirse en el único motivo por el cual los niños comparten, desviando la atención del valor intrínseco de sus acciones.
- Evitar premios constantes: Elogiar de manera puntual puede ser efectivo, pero es importante no caer en la sobreexageración. Comentarios como: «Veo que le has dejado tu juguete a María, así también podrá jugar con él durante un ratito y pasarlo igual de bien que tú. » deben ser auténticos y no condicionar el comportamiento.
- Fomentar la autonomía: En lugar de centrarte únicamente en el resultado, reflexiona con ellos sobre el impacto de sus acciones. Por ejemplo: «¿Cómo crees que se sintió tu amigo cuando compartiste tu juguete?» Este enfoque les ayuda a conectar sus actos con las emociones de los demás.
Para profundizar en este tema, te invito a leer los siguientes artículos:
- Refuerzo positivo en la crianza: por qué he cambiado de opinión y qué propongo ahora
- Elogios que frustran, decepcionan o desmotivan
- Cómo reforzar y castigar a nuestros hijos
Estos artículos ofrecen una visión más detallada sobre el uso del refuerzo positivo y cómo aplicarlo de manera efectiva en la crianza.
6. Enseñar empatía y respeto mutuo
Fomentar la empatía es esencial para que los niños comprendan que compartir no se limita a objetos, sino que también implica dedicar tiempo, atención y mostrar respeto hacia los demás.
- Hacer preguntas reflexivas: Ayudarles a ponerse en el lugar del otro con preguntas como: «¿Cómo te sentirías si nadie quisiera compartir contigo?» estimula su capacidad de empatizar.
- Fomentar la cooperación: Más allá de lo material, enseñarles a compartir responsabilidades o tiempo en tareas comunes, como ordenar juntos o cocinar, les muestra que colaborar fortalece los vínculos familiares y sociales.
Para profundizar en este tema, te invito a leer los siguientes artículos:
Estos recursos ofrecen estrategias prácticas para inculcar empatía y respeto mutuo en los niños, fundamentales para una convivencia armoniosa.
7. La paciencia y la constancia son clave
Enseñar a los niños a compartir y convivir en armonía es un proceso gradual que requiere tiempo, paciencia y consistencia por parte de los adultos.
- No forzar, acompañar: Obligar a los niños a compartir puede generar resistencia. Es más efectivo acompañarlos en el proceso, mostrando alternativas y respetando su ritmo.
- Un aprendizaje gradual: La paciencia y la constancia son fundamentales en la crianza. Es importante combinar ingredientes como la paciencia, el amor, el respeto y la tolerancia, junto con normas bien definidas y límites claros. Mama Psicóloga Infantil
Para profundizar en este tema, te invito a leer los siguientes artículos:
- Educar: tiempo, paciencia, tolerancia, respeto y mucho amor
- Cómo enseñar a mi hijo a tener paciencia
- Y cuando se acaba la paciencia… ¿qué tengo que hacer?
Estos recursos ofrecen estrategias y consejos prácticos para cultivar la paciencia y la constancia en la crianza, facilitando una convivencia más armoniosa.
Conclusión
Enseñar a los niños a compartir y convivir en armonía es un desafío que requiere dedicación, paciencia y una guía respetuosa por parte de los adultos. Como hemos visto, compartir no es algo que los niños hagan de forma innata, sino un aprendizaje que se adquiere poco a poco. Nuestra labor como padres, madres y educadores es acompañarlos en este proceso, mostrándoles con el ejemplo y brindándoles las herramientas necesarias para desarrollarse emocional y socialmente.
Cada uno de los aspectos tratados en este artículo —desde el valor de la coherencia hasta la importancia de la empatía, la paciencia y el uso adecuado del refuerzo positivo— nos recuerda que criar no se trata de buscar la perfección, sino de construir un ambiente en el que los niños puedan crecer, aprender y equivocarse.
No olvidemos que compartir no solo se limita a objetos materiales, sino también a tiempo, atención y emociones. Al cultivar estas habilidades en los niños, estamos sembrando las bases de una sociedad más respetuosa, colaborativa y empática.
Finalmente, te animo a aplicar estas ideas en tu día a día y, si lo necesitas, explorar los recursos y artículos complementarios de Mamá Psicóloga Infantil. La crianza es un viaje que recorremos juntos, aprendiendo con nuestros hijos y creciendo como familia. Y reconozco que no siempre es una tarea fácil ni sencilla.
¿Te ha resultado útil este artículo?
Si crees que puede ayudar a más familias, ¡compártelo en tus redes sociales!
También puedes suscribirte a nuestra newsletter para recibir más artículos, consejos y recursos directamente en tu correo: Suscríbete aquí.
¿Te gustaría profundizar más o resolver dudas concretas sobre tu caso? Solicita una consulta personalizada: Consulta online con Mamá Psicóloga Infantil. Estoy aquí para acompañarte.
Imágenes cortesía de https://www.freepik.es