Las piernas de mi hijo mayor parecen un mapa, llenas de magulladuras. Lo mires por donde le mires aparece un moratón, piernas, brazos, rodillas. Está justo en esa edad sumamente inquieta, al igual que el pequeño: uno con cinco años y el otro con casi tres están a todas horas jugando y cayéndose. De modo que caídas, heridas y magulladuras están a la orden del día.
Hoy hablamos de ...
ToggleConsideraciones previas
Antes de explicar nada referente a cómo reaccionar ante las caídas, heridas y magulladuras de nuestros hijos cabe decir que esta edad, entre los 3 y 5 años, cierta cantidad de golpes, magulladuras y heridas forma parte del proceso de crecimiento.
Entendido de este modo, debemos verlo como algo dentro de la normalidad. Los niños a esta etapa evolutiva corren, saltan y juegan. Y lo hacen sin ser demasiado conscientes de los posibles peligros o riesgos. Y aunque a nosotros nos preocupe lo que les pueda pasar, debemos dejar que salten, corran y jueguen a sus anchas sin regañarles en exceso por ello. Dejar de sobreprotegerles y permitir que jueguen a su libre albedrío.
Aquí cabria subrayar la importancia de evitar en todo lo que nos sea posible adoptar un estilo educativo sobreprotector en el cual impedimos el desarrollo de la autonomía de nuestros pequeños.
Si les regañamos, les prohibimos o les negamos en exceso la posibilidad de correr, saltar y brincar lo más probable es que estemos haciendo de nuestro hijo un niño inseguro, temeroso y torpe. Así que aunque no dejemos de estar alerta por lo que podría ocurrir debemos enseñar a nuestros hijos a confiar en sus posibilidades pero sin ser temerarios. Debemos advertir de los peligros pero en su justa medida y con serenidad.
¿Cómo reaccionar ante una caída de nuestro hijo, heridas o magulladuras?
Seguramente habremos visto cómo nuestro hijo tras darse un golpe, tremendo o no, nos mira y en función de nuestra reacción reacciona él ¿Verdad? Si gritamos él se asusta, grita y llora más por nuestra reacción que por el daño que se haya producido realmente.
Reaccionar de forma exagerada ante los golpes de nuestro hijo acaba teniendo una repercusión negativa directa en él. Ya que nuestra angustia le angustia a él y en lugar de calmarlo lo asustamos más de lo que ya está. Si nuestro hijo nota que estamos asustados él también se asustará. Tal y como habrás podido comprobar en diferentes ocasiones. Esto es así, en parte porque el miedo es una de esas emociones que se contagian rápidamente. Por otra parte porque nuestro hijo o hija busca en nosotros un lugar seguro donde le podamos sostener, calmar, tranquilizar y asegurar que lo que acaba de ocurrir no es nada grave,
Así, si nos ve con una actitud serena y tranquila, hablando con calma lograremos disminuir su miedo (en caso que lo tenga) y, aunque sea inevitable que llore, lograremos tranquilizarle.
Entre los 3 y 5 años los niños son muy sugestionables e impresionables. Su tolerancia al dolor es baja y cualquier golpe o rasguño puede ser un drama total hasta que aprendan a distinguir lo grave de lo superficial. Una pequeña herida puede llegarles a hacer pensar que toda su sangre se escapará por ella, de ahí la importancia de que nos vean tranquilos y serenos.
Los rituales típicos de «sana, sana, culito de rana» o los besos mágicos nos ayudarán a acalmar esas situaciones en las que nuestros pequeños necesitan una dosis de mimos para calmarles cualquier tipo de dolor (físico o emocional) tras una leve caída.
Poco o a poco y con el transcurso del tiempo nuestros hijos irán adquiriendo mayor control de su cuerpo, dominando mejor sus habilidades psicomotoras, aunque los habrá que siempre serán algo torpes.
Otros recursos y lecturas
Referente a esta cuestión he escrito otros artículos en el blog que te dejo a continuación
Si este post te ha parecido interesante o crees que puede serlo para otras personas, te invito a compartirlo en tus redes sociales para que pueda llegar a ella.
Foto cortesía www.freedigitalphotos.net