Los silencios entre padres e hijos causan preocupación entre los padres de niños y adolescentes. Pero no son solo los adolescentes quienes callan y practican el silencio para mantener a salvo un pedazo de intimidad. Los adultos también lo hacemos y, por distintas razones, callamos detalles importantes de nuestras vidas.
La comunicación con nuestros hijos es fundamental. Totalmente imprescindible para la buena convivencia y el entendimiento de todos los miembros que formamos este sistema, que es la familia, donde cada uno tenemos nuestro lugar y función. Para que el engranaje de esta fantástica maquinaria que nos mantiene unidos no se pare o deteriore debemos saber engrasarla adecuadamente. El diálogo es la mejor forma de hacerlo, y debemos practicarlo desde bien temprana edad y evitar que se estanque, quebrante o rompa durante la adolescencia u otros momentos de crisis.
Los silencios ente padres e hijos debilitan la convivencia, causan ansiedad y desasosiego, en todos los miembros de la familia, no solo en los padres. No obstante, sabemos que estos silencios entre padres e hijos son, a veces, inevitables. Porque nos gusten más o nos gusten menos, los silencios tienen también una función importante: son los aislantes necesarios para mantener a salvo esas parcelas de intimidad que todos nosotros necesitamos.
No quiero dar a entender ni justificar esto tan terrible de mantener secretos, hay que ser sinceros pero no totalmente transparentes. Hay que ser sinceros pero ello no significa contarlo todo con pelos y señales. Existen determinadas cosas sobre las que debemos dejar a los pequeños un poco al margen.
En una familia sana y equilibrada se debería poder hablar de todo pero también asegurar parcelas de intimidad, sobretodo en la adolescencia.
A mis hijos les intento inculcar que tras los secretos se pueden esconder cosas feas y dolorosas. Trato de hacerles entender que siempre debemos contarlo todo, que papá y mamá estamos para ayudarles cuando lo necesiten y que no hablar, esconderse o mentir nos hace más daño que explicar la verdad. Les hago ver siempre que se presenta la ocasión que mamá o papá nunca les mienten y aunque las verdades pueden no gustar debemos decirlas, con cariño pero decirlas.
Nosotros intentamos practicar el diálogo activo, me refiero que no les atosigo a preguntas, si no que dejo que la conversación fluya por donde quieren ellos que vaya. A estas edades – en el momento en el que escribo este post de blog, mis hijos tienen 5 y 3 años – las conversaciones a veces son un poco surrealistas porque ellos aún tienen un lenguaje muy limitado pero no obstante hablamos de todo lo que les interesa y mucho.
La verdad es que hay momentos en los que agradecería un poco de silencio)
Aún así, también les dejo espacio para que se tomen su tiempo, piensen en lo que quieren decirme y si no quieren hablar de algo … no hablamos.
Los silencios entre padres e hijos son necesarios de vez en cuando, pero cuando el silencio se enquista y se vuelve rutina desgasta las relaciones familiares.
Intentemos trabajar la comunicación entre padres e hijos desde bien temprana edad creando cimientos fuertes para que este edificio no tiemble ante las inevitables sacudidas que provoca la adolescencia. Hay que practicar la escucha activa, implicarse de verdad en los problemas que sienten nuestros pequeños, sus inquietudes, sus intereses, … sus pensamientos y sentimientos son tan importantes como los nuestros. No lo olvidemos nunca.
Sobre la importancia de la comunicación y los obstáculos que la dificultan he hablado ampliamente en «Mi hijo me cae mal. De los hijos ideales a los hijos reales y cómo aprender a convivir con ellos». Dedico todo un capítulo a esta actividad cotidiana a la que tan poca importancia le damos.
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